Apunto algunas reflexiones, tanto para psicólogos como para otros profesionales sanitarios, y para pacientes que han experimentado en alguna ocasión de sus vidas la descordinación de las diferentes especialidades médicas y la cada vez mayor participación y protagonismo de la psicología en los equipos médicos multidisciplinarios.
En un breve periodo de tiempo, los profesionales de la salud hemos vivido la transformación del sistema, debido en parte a la cada vez mayor creciente demanda de pacientes insatisfechos con los antiguos métodos de la medicina paternalista. En esta antigua medicina, el paciente era casi un mero observador de su propia enfermedad y de su proceso de cambio. El médico tenía la voz cantante, «la sartén por el mango», digamos lo así, y administraba un medicamento en forma de » panacea» y una palmadita en la espalda, sin apenas escuchar al paciente en su quejas sintomáticas más o menos ajustadas a los signos reales detectados, y sus auténticos temores y dudas sobre el tratamiento.
Afortunadamente, este sistema paternalista fue abriéndose cada vez más hacia el llamado humanismo médico, una corriente científico filosófica que ya consideraba al paciente desde un punto de vista más humano y completo, porque como decía el genial profesor Eric Casell, en su emblemático artículo del New England Journal of Medicine, » los que sufren no son los cuerpos, son las personas». Considerando así un desplazamiento del eje paternalista hacia el eje humanista de las profesiones biomédicas ( entre las que se encuentra por supuesto la psicología clínico-sanitaria), se empezó a tratar al sujeto paciente que sufre como una «persona», con toda la integridad no sólo somática sino psicológica que ello implica, como un ser global con cuerpo, mente, en conexión indisoluble con éste, y alma ( considerando los aspectos más puramente espirituales que todos poseemos en mayor o menor medida). El paciente, así visto en todas sus dimensiones, como ser completo, cuyo sufrimiento trasciende por supuesto el estrato físico, y que como un sufrimiento global en todas sus esferas debe ser entendido, pasaba a ser considerado en varios niveles terapéuticos ( todos igual de importantes), que requerían de atención especializada e individualizada, por parte de las ciencias biomédicas.
Considero de una importancia crucial, al menos en nuestro país, España, las aportaciones del genial médico y profesor en bioética, Diego Gracia, como precursor de esta etapa más centrada en el humanismo, y de sus aportaciones a la ética médica y deontología en el tratamiento de la enfermedad, ampliando los puntos de vista considerados en medicina de la época, y sentando las bases para el trabajo multidisciplinar que llegaría mucho más tarde, y que hace hincapié en la necesidad de tratar la misma enfermedad por diferentes especialistas.
Demostrado ya desde ese momento, la importancia clave que el estudio de las variables psicológicas que cada enfermedad y que cada paciente, tiene, a la hora de encontrar la mejor solución terapéutica para ese paciente y patología concreta, la incorporación de los psicólogos al sistema sanitario en equipos médicos multidisciplinares es un hecho, hoy día, aunque todavía insuficiente. No quiero dejar de recalcar la importancia que doctores y profesores como los psicólogos Ramón Bayés y Javier Barbero, continuistas de la tradición del bioeticista Diego Gracia, y Eric Casell, han aportado al crecimiento de la hoy ya conocida como medicina multidisciplinar , en la que se trata al paciente y a la enfermedad bajo un paradigma no ya sólo humanista, sino biopsicosocial, en el que intervienen, a la hora de entender y tratar la enfermedad, variables biológicas, variables psicológicas y variables sociales.
En mi experiencia en equipos médicos multidisciplinares, he podido observar hasta qué punto es así, ya que no se puede entender, en un proceso de curación, las unas sin las otras. Si queremos que el proceso terapéutico sea eficaz y resolutivo , no debemos de obviar en el tratamiento estas variables. Lo que nos lleva directamente al paradigma investigador como especialmente importante, ya que la investigación en ciencias biomédicas, es la piedra en la que se asienta El Progreso científico y la eficacia de estas terapias.
Y, como «para muestra un botón», quiero mostraros la prueba de la, afortunadamente cada vez mayor, presencia de la psicología en la sanidad pública y privada, en equipos médicos multidisciplinares, como demuestra la concesión este pasado año 2014 del Ilustre Premio Novel de Medicina, a dos grupos de psicólogos, por su descubrimiento de las neuronas de orientación espacial , que constituyen un sistema de posicionamiento en el cerebro de un ser humano; me refiero a los noruegos May Britt Moser y Edvard I. Moser , y al estadounidense John O’Keefe . Una noticia que me hace muy feliz como psicólogo, a mi y a Omega Psicología, y a todos los profesionales del sector sanitario, y que espero sea el inicio de un gran y creciente reconocimiento del trabajo biomédico de muchos psicólogos que trabajan en equipos formados por distintos especialistas, tanto en el área asistencial como de investigación. De ahí que sea tan importante el mantener un alto presupuesto para la investigación en las ciencias de la salud, ya que la riqueza de un país, es, sobre todo, la riqueza de su formación y producción científica.