En muchas ocasiones, el paciente oncológico se siente sólo con los síntomas que experimenta, y con los pensamientos que le asaltan. Con mucha frecuencia, esta soledad, se debe al aislamiento familiar y social que significa experimentar en silencio algo tan abrupto y difícil de enfrentar como es una enfermedad oncológica. La mayor parte de las veces, el enfermo tiene miedo a la repercusión que su padecimiento tendrá en su entorno más cercano, si habla de lo que siente y experimenta. Muchas veces el paciente piensa, de forma más consciente o inconsciente, que sus quejas somáticas, o psicológicas, pueden ser interpretadas como una debilidad. Esto es un planteamiento erróneo, pues en la experiencia clínica hemos visto cuán beneficioso anímica y físicamente, puede llegar a ser, el compartir con la familia y los amigos más cercanos, desde el yo más profundo, el malestar que siente, y lo vulnerable que se siente con la enfermedad, que le somete a una amenaza constante que está como un halo invisible posada sobre su cabeza. A este síndrome, identificado en las nosologías como Síndrome de Damocles, puede ponerse le un freno, hablando de lo que se siente, y exteriorizando de forma calmada y meditada, los miedos y pensamientos que amenazan su existencia como persona, su integridad física y psíquica por las continuas experiencias de dolor, y de sufrimiento existencial producidas por su cáncer, y por los duros tratamientos invasivos a los que es sometido.
Los psicólogos hablamos de “apoyo social”, cuando el paciente tiene una buena red de apoyos en las personas más cercanas en los que confía y de los que se nutre como ser social. Los especialistas en cáncer, sabemos que esta variable de “apoyo social” es fundamental en el buen procesamiento y afrontamiento de la enfermedad, y de los estímulos nocivos que derivan experiencialmente de ella. Un afrontamiento activo ( que equivale a decir a ir “a por ello” ocupándose, en lugar de preocupándose, y poniendo todas las herramientas a nuestro alcance para combatir), es siempre un mejor afrontamiento, que tomar distancia del problema y actuar como “paciente objeto”, que no se implica suficientemente en su tratamiento en las perspectivas y múltiples decisiones clínicas que conlleva.
La llamada recientemente TDC ( toma de decisiones compartida), del paciente oncológico, con los especialistas que le atienden ( incluyendo al psicooncólogo, por supuesto), se ha demostrado favorecedora del estado mental y del curso de satisfacción del paciente con el tratamiento, y por ende, en su evolución, en numerosas investigaciones recientes. Me permito recomendar al lector interesado en estos planteamientos, el consultar recientes investigaciones del querido profesor Javier Barbero, y del que fue mi mentor en mis estudios como psicooncólogo, el profesor Juan Antonio Cruzado, no ya por ser dos de los grandes en la investigación en psicooncologia en nuestro país, sino por contar, en su haber, con el privilegio de estas aportaciones en el conocimiento científico de esta nuestra especialidad.
También ha habido avances en el cómo presentar las malas noticias en oncología, con el menor impacto psicológico posible. En este sentido, se ha probado cómo el impacto negativo es menor, presentando la información al paciente de forma dosificada y encadenada, no sin antes, hablar de las alternativas posibles que en cada una de las situaciones concretas ( por negativas que éstas sean), se pueden realizar como opciones, y plantear una especie de muestrario para que el paciente, decida con protagonismo sobre su enfermedad, las que más favorables y menos nocivas le resulten, en consenso con sus especialistas y con su familia y su oncólogo de referencia.
Empecé mi reflexión, hablando de la soledad que puede sentir el paciente oncológico que se enfrenta a situaciones tan duras y peliagudas, como la recepción de un nuevo diagnóstico, la aparición de una recidiva del mismo tumor en otra localización, la decisión entre una cirugía conservadora o una mastectomía parcial en una cirugía de carcinoma de mama, el temor a una nueva colonoscopia habiendo conocido una previa, el temor a hablar con sus hijos de lo que siente, o el miedo a compartir sexo con su pareja, cuando se siente recientemente mutilada. Todos estos son aspectos que, “por el qué dirán mis seres queridos de mí”, por el temor a que piensen que ” soy un débil”, o por el temor de “tengo estos pensamientos porque me estoy volviendo loco y no se los voy a contar a nadie”, someten a un cruel aislamiento al paciente que sufre de cáncer, y a lo que, en psiquiatría/psicología llamamos “embotamiento”. De nada sirve al paciente su embotamiento afectivo hacia otros, o hacia si mismo, para ocultar o mitigar su malestar, ya que, a medida que se encierra más en si mismo, su sufrimiento y aislamiento emocional es mayor, y cada vez es mas difícil romper ese círculo vicioso y hablar a la gente de lo que le ocurre, de lo que siente, de cómo se siente, de lo que piensa, de lo que le pasa por la cabeza, de sus temores, de sus miedos…
La ventilación emocional que realizamos con el enfermo oncológico en nuestro primer encuentro, y la acogida psicológica que sucede en algunos equipos médicos de hospitales del norte de Madrid, sirve para que el paciente sepa que NO está solo, y que puede expresar libremente sus sentimientos de ira, de rabia, de frustración y de pena…, porque estos sentimientos son normales en esas situaciones, y no deben ser reprimidos ni experimentados en solitario. El apoyo social ( que consiste en algo más cualitativo que cuantitativo), es vital en el afrontamiento de la enfermedad y constituye una importante inoculación del estrés del paciente para poder “soportar” lo que le espera si quiere combatir con todas las armas esas duras enfermedades ( más de doscientas diferentes en oncología), pero en absoluto puede ser sustitutivo de una terapia psicooncologica , con la que el paciente se sobrepondrá, a través de las técnicas usadas en esta especialidad, a su padecimiento psicológico y existencial, que no es menos importante, ni menos dañino, ni menos necesario, que el padecimiento físico.
Quiero animar desde aquí, desde nuestro centro Omega Psicología, a todos los pacientes de cáncer, en cualquiera de sus situaciones y sea cual sea el pronóstico y la etapa en la que están afrontando su enfermedad, a tomar “cartas en el asunto” y apoyarse en las herramientas que les ofrece la psicología especializada en estas enfermedades tumorales, a consultar a su especialista psicooncólogo igual que lo hacen con su oncólogo de referencia. Quiero decirles que luchen, que no están solos, y que han de valerse ,por su propio beneficio, y sobre todo por su integridad psicológica que está en continua interacción con su integridad física, de todas las formas y herramientas que la psicooncologia pone a su servicio para procesar mejor el día a día de su enfermedad, para afrontarlo debidamente, para ser asesorado y corregido en las pautas que le estén haciendo daño, tanto físico como psíquico. No quiero que haya un sólo paciente de quimioterapia, que pase sus vómitos exasperantes sólo, ni que haya un sólo niño desasistido en lo que a él le preocupa del momento que vive, porque no puede jugar con los otros, ni quiero que haya un solo anciano en situación terminal, que no reciba atención psicológica especializada en su hospital o residencia, solo porque el sistema sanitario no tiene recursos para darle lo que se merece, atención especializada que le haga tener una muerte digna y un discernir tranquilo y seguro en sus últimos momentos.
Estos son mis deseos, y estas son mis reflexiones personales, como especialista. Si tenéis que vivir con el cáncer, aseguraros e tener cerca los especialistas que necesitáis en todas las áreas de vuestra enfermedad. Y si no la tenéis, demandadla. No estáis solos. Hablar de la enfermedad y de sus problemas, es un signo de valentía, y el primer eslabón de la cadena para resolverlos.